viernes, 31 de agosto de 2007

Así como tú


Esquivo tus ojos,
como esquivando al sueño;
como pensándote en las entrañas,
aún escapando de ti.

Y te miro,
y estás ahí,
tan lejos tan dentro de mí,
y no te tengo.

Sólo poseo lo que me das,
lo que respiras y no atrapo:
estoy aquí,
como huyendo...

Como si tus pensamientos
me atraparan,
y no me dejaran ser,
ni correr.

Y la imaginación
nos consume en la ausencia;
para dar paso a lo incontrolable,
al puro y simple sentir.

Se acabaron las palabras
sin sentido,
no siento nada mas que esto
y no escapo.

Me gusta,
me adquiere;
así como lo que siento,
así como lo que es,
así como tú.

En tus ojos me desvanesco,
y la respiración se entrecorta,
y la lluvia cae.
¿Por qué haces esto?

¿Por qué me miras?;
si no me mirases todo sería distinto.
No me verías
y sólo quedaría la ceguera.

Sólo quedarían las palabras
quemadas y gastadas,
como prostituidas por los falsos sentimientos.
Contigo todo sería distinto....

Y estás aquí, para mí.
No concibo, ya, los pensamientos
de una fiebre sin tu calor.
Porque soy de tí.

Porque estás aquí,
tan inexorable y presente
tan cálido...
Así como tú.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Racconto


Siempre he pensado que los recuerdos son como monstruos, convertidos en prendas de ropa abultadas de manera casual; escabulliéndose entre las sombras y los rayos de luz casi imperceptibles que entran por la ventana. Criaturas insondables, que irreverentes se entrometen en las ideas de la gente, llevándolas por los intrincados suburbios de la memoria. Es entonces, cuando comienza el camino aquel que hemos trazado sin asfalto ni tierra; dibujado a veces en palabras, otras en imágenes; de cualquier modo permanecen de manera inexorable, como revolviéndose en nuestras entrañas. El eterno errar, entre árboles, pequeños zapatos, rostros cambiados, uniformes desteñidos, cuadernos de moda, labios lejanos, caricias abandonadas a su suerte, minutos irreprochables... que se manifiestan de manera repentina, invadiendo todo a su paso.

Luego de horas mirando a un vacío inexistente, los ojos entibiados por un brillo que anhela emerger sin permisos ni fuerzas, se pierden...

La luz se hace evidente, y no queda nada de aquella habitación oscura, ni de esos pasos evidentes, ni de esas ideas infinitas. Sólo quedan las cenizas, y un salón, vacío listo para rellenar...