martes, 24 de junio de 2008

Ojos


Es genial cerrar los ojos y con los dedos aprisionarlos; entonces te olvidas de forma repentina de todo, sumido quizás extasiado, en aquel caleidoscopio que se va dibujando en tu imaginación, sigues los colores uno por uno: ese verde intenso que va matizando a un amarillo casi fluorescente, luego el rojo y así poco a poco aparecen todos los fantasmas del espectro intentando colarse unos con otros hasta lograr un arco iris que nunca alcanzas a divisar. Luego piensas si lo que sentiste fue dolor, o de repente solo fuiste enceguecido por una luz aturdidora que aparece solo al cerrar los ojos. Lo enviciante está en aquel olvido de quince segundos, o en aquella mezcolanza de recuerdos que como flash-back se dibujan en tu mente, o sólo la mera evidencia de esa exquisita soledad que te aturde por las noches. Lo único claro es la persistente necesidad de abandonar esa sensación y despertar en la madrugada.

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